Según el doctor J. Mercola, la mayoría de las personas conocemos a gente que sufre de falta de energía, ataques cardíacos, arritmias cardíacas, autismo y Alzheimer. Los campos electromagnéticos EMFs pueden ser un potente factor desencadenante para estas condiciones. El doctor en bioquímica y profesor de Ciencias Médicas de la Universidad de Washington, Martin Pall, identificó y publicó la investigación que describe la manera probable en que los mecanismos moleculares de los Campos Electromagnéticos pueden ocasionar daños. Son un riesgo pernicioso que todos deberíamos conocer, ya que todos nosotros, mayores y niños vivimos rodeados de móviles, inalámbricos, aparatos electrónicos de todo tipo, sistemas inteligentes para el hogar, wifi, bluetooth etc. y todos ellos tienen un enorme impacto biológico sobre nuestro organismo.
En realidad lo que hizo Pall fue revisar muchos estudios sobre diferentes tipos de exposición a los Campos Electromagnéticos, y cada uno de ellos demostró generar efectos neuropsiquiátricos, como «me siento cansado todo el tiempo», «no puedo dormir», «no me puedo concentrar», «tengo depresión» «tengo ansiedad» «mi memoria está fallando». Y se sabe que esto está causado por la exposición a los campos electromagnéticos.
La explicación no es complicada. La exposición a las microondas de baja frecuencia de los teléfonos móviles y WI-FI desencadena una producción excesiva de radicales libres que, como sabemos tienen una relación directa con las enfermedades crónicas como las ya mencionadas: arritmias cardíacas, ansiedad, depresión, Alzheimer o infertilidad. El problema fundamental que tenemos es que ninguno de estos dispositivos ha sido analizado en términos de seguridad biológica antes de su distribución a los consumidores.
El mayor riesgo es lo que se conoce como «la fragmentación del ADN» que repercute en una cantidad enorme de problemas inmunológicos. En 2011 la Agencia de Investigación del Cáncer (ARC,por sus siglas en inglés) que forma parte de la OMS, emitió el boletín 208, en el que indica que las señales de radiofrecuencia y microondas de las telecomunicaciones son potencialmente cancerígenas. Según el análisis, clasifican en el grupo 28, lo que significa que incrementan el riesgo de cáncer, no causándolo de immediato, sino por acumulación.
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